
En el confuso mundo de la divulgación nutricional, donde pocos se ponen de acuerdo, las dietas extremas suelen acaparar el protagonismo en las conversaciones sobre salud. La historia de Mark Haub, profesor de nutrición en la Kansas State University, destaca como una crítica directa a las diferentes corrientes anti-ciencia que estos sectores extremos intentan vender con argumentos vacíos. Para demostrarlo, Haub se embarcó en una dieta que sería un sacrilegio para cualquiera. Esta dieta y sus resultados rompían con todas las reglas pero especialmente cumplía dos principios que hoy suelen cuestionarse desde dos «bandos nutricionales»: 1) las calorías existen y forman parte del proceso de ganancia o pérdida de peso y 2) Para personas con sobrepeso u obesidad reducir su grasa corporal va a traer beneficios, la salud no está en todas las tallas.
Los primeros que repiten frases como “no todas las calorías son iguales” han creado confusión. Las calorías son una medida de energía, y aunque la fuente de estas calorías (grasas, carbohidratos, proteínas) puede influir en cómo nuestro cuerpo las procesa, una caloría siempre es una caloría, es como si tu marido dijera que no todos los centímetros son iguales…
Los segundos se niegan a aceptar la realidad y se agarran a narrativas falsas para hacer más cómoda su vida, cuando practicar la estrategia de la avestruz escondiendo la cabeza en un agujero no cambiará el desenlace final.
El Experimento

Antes de lanzarse a su famoso experimento, Mark Haub había probado varios enfoques dietéticos, desde dietas bajas en grasa hasta bajas en carbohidratos, y se había encontrado con resultados mixtos.
Su dieta diaria incluía todo tipo de «delicias», desde pasteles y galletas, hasta batidos altamente procesados, todos alimentos que solemos considerar como poco saludables y que realmente lo son. A pesar de esto, mantenía un control estricto de sus calorías, limitándose a unas 1,800 por día. Haub también incluía algo de verdura en la cena, para asegurarse un mínimo de micronutrientes, y un vaso de leche para cumplir con sus necesidades de proteínas. Además, realizaba 60 minutos de ejercicio varias veces a la semana, demostrando que no abandonaba la actividad física pese a la naturaleza de su dieta.
Resultados Sorprendentes
Los resultados no tardaron en llegar. En la primera semana, Haub bajó de 91 kg a 88.6 kg, un ritmo de pérdida de peso que siguió durante las siguientes semanas hasta llegar a una pérdida total de 12 kg en 10 semanas. Lo más sorprendente no fue solo la pérdida de peso, sino que sus indicadores de salud, como el colesterol y los triglicéridos, mejoraron significativamente, algo que pocos esperaban dado el tipo de alimentos que consumía.
Lecciones Aprendidas
La experiencia de Haub demostró que, para perder peso, es imprescindible seguir una dieta con restricción calórica. Sin embargo, también resaltó la importancia de basar la alimentación en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales… si el objetivo es vivir más tiempo y con mejor calidad de vida. Aunque los números en la balanza puedan bajar, la salud a largo plazo depende también de la calidad de los alimentos que consumimos. En su caso, la dieta de comida chatarra mejoró algunos indicadores de salud porque partía de un sobrepeso, y una de las estrategias más efectivas para mejorar la salud es precisamente reducir ese exceso de peso.
Con esta entrada no quiero recomendar una dieta a base de bollería industrial ni mucho menos, solo evidenciar la máxima importancia del balance calórico, negado por muchos en sus perfiles de divulgadores (vendehumos) y poner al mismo nivel de relevancia, ya que está estrechamente relacionado, mantener un porcentaje de grasa saludable.